Este vídeo presenta un recorrido por la obra del que fue el escultor mas influyente del siglo XVIII: Antonio Canova. Analiza los inicios de su carrera artística en el entorno de Venecia con dos obras; “Euridice y Orfeo" e "Ícaro y Dédalo”. 
La consagración de su carrera se produjo en Roma, donde llegó en la década de los setenta del siglo XVIII y se contaminó por el gusto y la estética neoclásica. Su carta de presentación fue Teseo y el Minotauro, que causó una gran conmoción. 
La década de los ochenta supuso su consagración con las grandes obras que realizó para el papado donde destacan los monumentos funerarios a Clemente XIV y Clemente XIII. 
Su obra más conocida “Psique y el Amor se abrazan” nos servirá para conocer los métodos particulares del trabajo del escultor.
Para finalizar dedicaremos un tiempo al “Momento a la reina María Cristina de Austria” y también a su pieza “Josefina Bonaparte como Venus victoriosa” y terminaremos la presentación con el análisis de “Las Tres Gracias”.

Qué recordar

Canova es uno de los máximos representantes del neoclasicismo escultórico. Combina la belleza de las formas clásicas adaptadas a la mentalidad de su tiempo con diversas temáticas y novedosas composiciones, por ello fue comparado con Miguel Ángel o Bernini. De origen humilde, se hizo tallador de piedra como su padre y pronto empezó a destacar en Venecia. En 1778 viajó a Roma, entonces un hervidero intelectual al que acudían artistas de todo el mundo. Allí tomó conciencia de las obligaciones intelectuales del escultor, más allá de su habilidad técnica. Winckelmann abría el debate sobre la visión historicista y romántica del clasicismo, un debate al que fue sensible el artista de Possagno. Conoció la estatuaria clásica que tanto le inspirará. Entre sus comitentes, algunos de los personajes más influyentes de su tiempo, desde el papado hasta el Napoleón Bonaparte. 

Tactilidad de la piel

Hasta entonces, los escultores pulían formas en el espacio, Canova da calidad sensorial e imprime de vida a la superficie, a la epidermis. Se convirtió en un pionero en el arte del realismo de la piel. En sus obras, lo óptico es el tacto. Cada milímetro de sus esculturas se fue convirtiendo en una oda al sentido del tacto, despertando sensaciones en los espectadores sin necesidad de que tocaran la piedra. Buscaba el deseo de tocar una piel suave, hundir las uñas en la carne, pasar las manos por la seda de un vestido o aferrarse a la roca de un peñasco, y eso le impulsaba a materializarlo en sus creaciones. 

Método de trabajo

Primero esbozaba la idea en un dibujo sobre papel y luego creaba personalmente un prototipo de pequeñas proporciones en arcilla, que mostraban una asombrosa espontaneidad y a partir del cual podía corregir la idea original. Después el modelo en yeso, del tamaño exacto al de la obra definitiva y con el mismo grado de precisión con respecto a los detalles. Para transferirla al mármol, contaba con la ayuda de un grupo de asistentes que desbastaban el bloque de piedra aproximándose a la forma definitiva. A partir de este momento, el maestro retomaba de nuevo el trabajo, encargándose sólo de los detalles de la composición definitiva, dándole el pulimento final sutil y refinado. 

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